Recapitulando…
Ya habíamos hablado del pecado, su origen (Génesis 3), su consecuencia (Romanos 3.23), su paga (Romanos 6.23), y cómo salir de él (Romanos 5.19)…
El día de hoy…
¿Te has encontrado alguna vez haciendo cosas que pensaste que no harías? ¿Has tenido esa sensación en la que te sientes “sucio” o muy arrepentido luego de haber hecho algo? Seguramente sí, y es que a todos nos ha sucedido esto. En ocasiones HACEMOS LO QUE NO QUEREMOS.
Bien, esto sucede porque estamos sujetos a nuestra carne, nuestra naturaleza es pecaminosa. Es decir, estamos sujetos al pecado y lo “normal” o “natural” es que sigamos los impulsos de nuestra carne. Pablo, uno de los seguidores de Jesús, lo vivía y nos los cuenta en Romanos 7.15-20.
Pero, ¿a qué se refiere Pablo cuando nos habla de esta naturaleza pecaminosa y los deseos de la carne? Él mismo nos lo cuenta en su carta a los Gálatas 5.16-21.
Entonces, la Biblia nos deja claro cuáles son los deseos y frutos de la carne. Además que éstos nos llevan a la muerte eterna y sufrimiento en el infierno, lejos de Dios y de la vida eterna en Cristo Jesús.
Lo contrario a vivir según la carne o en base a nuestros propios deseos es vivir en el Espíritu y acorde a lo que es agradable a Dios. Es decir, que no cometamos los actos antes mencionados y además vivir según el Espíritu. Pablo mismo nos describe cómo es esta vida: Gálatas 5.22-26.
La vida en el espíritu es lo que Dios nos pide y solo de esta manera heredaremos el cielo. Lo que Dios nos llama a hacer es a dejar esa carne y crucificarla con Cristo en nuestros corazones para así poder adoptarnos y ser herederos del cielo junto con Cristo. Romanos 8.5-10 ; 12-17.
Reflexión final…
Seguramente ahora te estarás cuestionando mucho, pues estas conociendo la verdad, que siempre ha sido una y la misma, pero que no conocías. Y SÍ, es difícil renunciar a los deseos de la carne pero es lo que agrada a Dios y lo que hace la diferencia entre sus hijos y los que no lo son.
Pablo concluye diciendo:
“Así que descubro esta ley: que cuando quiero hacer el bien, me acompaña el mal. Porque en lo íntimo de mi ser me deleito en la ley de Dios; pero me doy cuenta de que en los miembros de mi cuerpo hay otra ley, que es la ley del pecado. Esta ley lucha contra la ley de mi mente, y me tiene cautivo. ¡Soy un pobre miserable! ¿Quién me librará de este cuerpo mortal? ¡Gracias a Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor!” Romanos 7.21-25.
Ya habíamos hablado del pecado, su origen (Génesis 3), su consecuencia (Romanos 3.23), su paga (Romanos 6.23), y cómo salir de él (Romanos 5.19)…
El día de hoy…
¿Te has encontrado alguna vez haciendo cosas que pensaste que no harías? ¿Has tenido esa sensación en la que te sientes “sucio” o muy arrepentido luego de haber hecho algo? Seguramente sí, y es que a todos nos ha sucedido esto. En ocasiones HACEMOS LO QUE NO QUEREMOS.
Bien, esto sucede porque estamos sujetos a nuestra carne, nuestra naturaleza es pecaminosa. Es decir, estamos sujetos al pecado y lo “normal” o “natural” es que sigamos los impulsos de nuestra carne. Pablo, uno de los seguidores de Jesús, lo vivía y nos los cuenta en Romanos 7.15-20.
Pero, ¿a qué se refiere Pablo cuando nos habla de esta naturaleza pecaminosa y los deseos de la carne? Él mismo nos lo cuenta en su carta a los Gálatas 5.16-21.
Entonces, la Biblia nos deja claro cuáles son los deseos y frutos de la carne. Además que éstos nos llevan a la muerte eterna y sufrimiento en el infierno, lejos de Dios y de la vida eterna en Cristo Jesús.
Lo contrario a vivir según la carne o en base a nuestros propios deseos es vivir en el Espíritu y acorde a lo que es agradable a Dios. Es decir, que no cometamos los actos antes mencionados y además vivir según el Espíritu. Pablo mismo nos describe cómo es esta vida: Gálatas 5.22-26.
La vida en el espíritu es lo que Dios nos pide y solo de esta manera heredaremos el cielo. Lo que Dios nos llama a hacer es a dejar esa carne y crucificarla con Cristo en nuestros corazones para así poder adoptarnos y ser herederos del cielo junto con Cristo. Romanos 8.5-10 ; 12-17.
Reflexión final…
Seguramente ahora te estarás cuestionando mucho, pues estas conociendo la verdad, que siempre ha sido una y la misma, pero que no conocías. Y SÍ, es difícil renunciar a los deseos de la carne pero es lo que agrada a Dios y lo que hace la diferencia entre sus hijos y los que no lo son.
Pablo concluye diciendo:
“Así que descubro esta ley: que cuando quiero hacer el bien, me acompaña el mal. Porque en lo íntimo de mi ser me deleito en la ley de Dios; pero me doy cuenta de que en los miembros de mi cuerpo hay otra ley, que es la ley del pecado. Esta ley lucha contra la ley de mi mente, y me tiene cautivo. ¡Soy un pobre miserable! ¿Quién me librará de este cuerpo mortal? ¡Gracias a Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor!” Romanos 7.21-25.
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