En la última década, el éxodo de ecuatorianos a distintos destinos en el mundo ha alcanzado cifras abrumadoras; alrededor de 2 millones de hombres y mujeres dejaron a sus familias, en búsqueda de nuevas y mejores oportunidades.
De acuerdo a un estudio publicado por la UNESCO-ALISEI, el inicio de la migración se dio por los años cincuenta. La crisis de la exportación de sombreros de paja toquilla, una de las principales actividades productivas de las provincias sureñas de Azuay y Cañar, habría sido uno de los motivos[1]. Sin embargo, fue a finales de la década de los 90 e inicios del nuevo siglo, cuando cientos de miles de ecuatorianos empezaron a salir del país dejando atrás algo muy valioso: la familia.
Carlos Casorla, un adolescente de 14 años de edad, comparte su realidad: “Siempre hace falta el cariño de una madre que este al lado de sus hijos… a veces no tienen quien les ayude en sus deberes… a veces tienen problemas y no tienen como resolverlos”. Carlos vive junto a su abuela en Chunchi, provincia de Chimborazo, uno de los lugares más afectados en el país a causa de la emigración. Según el alcalde de este cantón, Walter Narváez, el 50% de los jóvenes de Chunchi no tienen a sus padres en el país.
Durante los años 1998 y 1999 el Ecuador sufrió una reducción en su PIB de aproximadamente 6%, producto de una crisis económica que aceleró el crecimiento de la pobreza. Tanto, que la tasa de desempleo aumentó rápidamente hasta un histórico 14,4% en el sector urbano a finales de 1999; siendo las mujeres, las más afectadas con un desempleo que bordeaba el 20%.[2] Adicionalmente, en el año 2000 el país también sufrió una grave crisis político-institucional que terminó con la destitución del Ejecutivo. Ambas situaciones dieron como resultado un aumento en las cifras de la migración.
Como consecuencia de esto, de acuerdo a datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos, entre el 2000 y 2004 salieron del país más del 52% de hombres y 58% de mujeres que emigraron durante los últimos 50 años; la mayoría de ellos (49,8%) entre los 30 y 44 años de edad; y más aún, casados o con algún tipo de relación.[3]Además, entre el 2000 y 2008 más de 1,6 millones de ecuatorianos abandonaron el país, cantidad que el Ex-Ministerio de Trabajo aseguró equivalía a casi un 10% de la Población Económicamente Activa (PEA) del 2008.[4] El motivo principal para salir del país es por la búsqueda de un empleo que les permita tener mayores ingresos y mejorar la situación económica de sus familias. En cuanto a esto último, las estadísticas muestran que el 80,7% de los hombres lo hacen por este motivo mientras que en las mujeres la tasa es del 67,5%.[5]
Entre los principales destinos de los ecuatorianos en el mundo se encuentran Estados Unidos y países de Europa como España e Italia. Basta tomar algunas cifras de alguno de éstos para ejemplificar la masiva salida de compatriotas. De acuerdo al Instituto Nacional de Estadísticas de España (INE), en 1998 tan solo había 7.046 ecuatorianos en España mientras que para el 2003 la población inmigrante proveniente de Ecuador había ascendido a 470.090, es decir un aumento de más de 66 veces en solo 5 años.¿Pero será acaso que esta fuga de trabajadores encuentra mejores oportunidades de empleo en el exterior? Al revisar las encuestas, los resultados no son muy alentadores. Básicamente la meta es solo tener la mayor cantidad ingresos indiferentemente de la actividad en la que se tenga que laborar. Según cifras al 2008, la situación de empleo de los hombres en el extranjero es similar a la que tuvieron cuando estaban dentro del país. El 57,3% trabajan en actividades de manufactura mientras que el 20,9% en servicios. No obstante, el caso es crítico para las mujeres. De acuerdo a datos del INEC, la actividad más común en la que se ocupaban las mujeres antes de emigrar era la manufactura (45,6%), mientras que en el exterior se ocupan mayoritariamente en actividades de servicio doméstico, 36,1% [Ilustración 1].
Sin duda, la época en la que explotó la crisis económica a finales de los 90 e inicios del nuevo siglo fue muy difícil para la mayoría de los ecuatorianos. Los altos índices inflacionarios, el desempleo y la depreciación de la moneda local (Sucre), sumados al quiebre de importantes instituciones financieras, son algunas de las razones de la ola migratoria desatada en la última década. Sin embargo, no se puede analizar la emigración dejando de lado las remesas, pues no se viaja tan solo con el objetivo de mejorar la situación personal sino también la de sus familiares que quedan en el país (generalmente esposa e hijos). Durante el primer trimestre del 2011 un total de USD 560 millones ingresaron al país por esta vía, de éstas, el 64% son destinadas para gastos de víveres y vestimenta en tanto que un 20% se dirigen a educación y salud, en especial de sus hijos.[6]
En la actualidad, este marco sigue siendo la historia de muchos ecuatorianos. En algunos casos, chicos como Carlos aprenden a vivir solos y a superar la mayoría de las dificultades de no tener cerca a sus padres. Sin embargo, para muchos otros no es fácil y terminan involucrados en pandillas o incluso quitándose la vida a causa de la soledad, tal y como sucedió con 19 jóvenes en Chunchi[7].
La migración es un problema social que responde principalmente a dificultades económicas como la falta de empleo y pobreza. La familia es el núcleo de las sociedades, y de su buen cuidado y protección depende el bienestar de las últimas. Por esta razón es necesario generar una economía de oportunidades en la que todos los miembros del hogar puedan beneficiarse. En el caso de los más pequeños, tener acceso a educación y salud de calidad, mientras que para los adultos, contar con empleo sería lo más importante. De esta forma, las familias contarían con los recursos necesarios, y mejor aún, estarían juntas.
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